En estos tiempos que corren, ser seres humanos y humanas, no está nada
fácil, vivimos en una sociedad que nos convierte a las personas en
mercancías, en objetos de uso y desuso, como si fuéramos productos de
consumo que se compran, se consumen y se desechan. Y sobre todo a las
mujeres, estas relaciones de poder que se establecen entre los sujetos y
sujetas sociales, nos han convertido casi que en muñecas y maniquíes
vivientes que decoramos las vidas de quienes se creen nuestros amos o
dueños. Y es que estas creencias culturales y sociales se establecen
desde el momento en que nacemos y nuestra cultura y sociedad ya nos
asigna unos valores, unas expectativas, roles y conductas que nos tocará
cumplir según el sexo con que hayamos nacido. Así se espera que la niña
sea o tenga un comportamiento dulce, tierno, delicado, que sea sumisa,
quieta, tranquila y atenta con los asuntos del hogar y cuidados de sus
miembros. Por el contrario se esperará que el niño sea inquieto, activo,
que explore el mundo y hasta que invada o abuse de los demás, porque
ese es su deber ser, porque está en su naturaleza. En realidad en este
tipo de educación diferenciada, se le otorga y da más permisos al niño
de que actúe según su propio criterio, según sus propias sensaciones y
pensamientos, sin tomar en cuenta ni en consideración la del resto de
las personas diferentes a él. En contraposición, a las niñas se les
reprime y se ejerce más control sobre su comportamiento. Por eso es muy
común escuchar que las adolescentes son mucho más maduras, que los
adolescentes, y, con lógica y razón, si tomamos en cuenta que la
sociedad les exige más responsabilidades a las niñas, sobre todo en su
relación hacia los demás. La conducta social y familiar de las niñas, es
más vigilada y supervisada que la conducta de los varones a quienes se
les otorga más libertad, tanto en la casa como en la calle. Mientras
esta falta de responsabilidades en la educación de los varones se
traduce en un comportamiento irresponsable, egocéntrico y machista hacia
los demás, las niñas y por ende las mujeres, se acostumbran a
sacrificarse, a autoanularse, quedando en muchos casos invisibilizadas,
oprimidas y explotadas, tanto por sus familias como por el resto de la
sociedad.
La primera responsabilidad que tenemos las mujeres en este mundo
androcéntrico y patriarcal, es aprender a ser responsables con nosotras
mismas, porque esta explotación e invisibilización que sufrimos las
mujeres en esta sociedad capitalista de tradición machista, ha hecho que
la mujer se olvide de sí misma, y de su propia voluntad, dejándose
manipular, utilizar y explotar por los otros. Porque se le ha hecho
creer consciente e inconscientemente que ella está aquí en esta vida y
en este mundo para complacer y hacer feliz a los otros, aunque este
mandato le cueste su propio placer y felicidad y hasta su propia vida.
Por eso el primer mandato que debemos cumplir las mujeres, es conocernos
a nosotras mismas, porque hasta esto, tan fundamental en los seres
humanos y humanas, en todas las personas para su autoestima y
autorespeto, nos lo ha negado esta cultura y sociedad machista donde
vivimos. Así que para emanciparnos y que las mujeres nos empoderemos,
tenemos el deber y la obligación de conocernos, amarnos y respetarnos
primero a nosotras mismas.
Por eso tu muñeca no soy yo, ni puedo ser la mujer de tu vida porque ya soy la mujer de la mía.
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